Hace 25 años, aquella radiante tarde del 10 de abril, arribé a las tierras germanas, a Stuttgart para ser precisos, con un boleto sólo de ida y dos valijas llenas de sueños y buenos augurios del I-Ching. Aunque no sabia siquiera dónde pasaría la primera noche no estaba atemorizado. Afortunadamente mis temores estaban bien empacados en el fondo de las valijas. Por el contrario, tenía un sentimiento de ligereza y libertad como no lo había sentido jamás.
Llegué con vientos favorables en un tiempo en que la migración en Alemania se transformaba; pasaba de requerir sólo mano de obra industrial poco calificada a buscar atraer desesperadamente expertos tecnológicos altamente calificados dada la gran demanda, principalmente en sector de Tecnología de la Información, para cubrir una necesaria y a la vez titánica transformación digital. Para ello el gobierno de Gerhard Schröder introdujo un sistema de «green card», el cuál pude aprovechar ya que permitía a los especialistas quedarse en el país mientras tuvieran trabajo.
En 2025, las políticas migratorias se han vuelto a transformar. En teoría hoy es más fácil migrar a Alemania, por ejemplo la inmigración se ha diversificado a otros sectores, como el de salud y educación, y al mismo tiempo se han simplificado y acelerado los procesos de reconocimientos de títulos extranjeros, que en el 2000 eran lentos y complejos. Sin embargo hay un clamor de un cierto sector político por restringir la inmigración e incluso cerrar fronteras que ha influido en la adopción de políticas más restrictivas, reflejando una creciente polarización y tensiones en el debate público sobre inmigración y seguridad.
Si bien migrar es algo natural y característico de los seres humanos, las causas son complejas e intrincadas. Sé que mi caso no es para nada representativo. La falta de oportunidades en sus países de origen, la falta de seguridad para sus familias o incluso guerras obligan a la gran parte de los migrantes del planeta a salir en busca de dignificar sus vidas y las de sus familiares. Lamentablemente no hay soluciones fáciles al fenómeno, pero sin claudicar en la búsqueda hoy tomo un respiro para externar mi agradecimiento: He sido muy afortunado, yo pude emigrar voluntariamente para seguir mis sueños y aquellos buenos augurios que llevaba conmigo se cumplieron a cabalidad. Veinticinco años después no sólo le agradezco profundamente al libro de las mutaciones por sus consejos, ni a Beethoven que con su música me sedujo, ni a la críptica lengua de Goethe y Schiller, a quién al igual que Borges busqué en conciencia plena para vivir un romance con ella, sino sobre todo a esta tierra de músicos, de artistas, de pensadores, de poetas, de científicos, de ingenieros, y lo más importante, de amigos, que desde el principio me acogió, y me ha servido de suelo fértil para echar raíces y que es la tierra donde nació mi hijo, donde yo renací, donde tengo ahora una nueva familia y donde también soy parte de una sociedad que tiene muchos retos por afrontar y que quiero ayudar a transformar. Yo soy de aquí y soy de allá.