Un sublime recuerdo ingrávido la abstraía estando en la playa bajo el sol. Sentía el agua turquesa del oleaje sobre su piel bronceada, y con la rodilla hundida en la arena lo evocaba vivamente. No podía distinguir la brisa fresca de las caricias que él le dejó grabadas bajo la piel como remembranza. A pesar de su ausencia, sentía su cercanía. Lo podía entonces respirar y acariciar suavemente.
Con nostalgia recreaba aquél encuentro en el bosque una tarde de verano, apenas un par de días atrás. Había llovido y se respiraba un cálido aire húmedo mezclado con un aroma a tierra mojada. Desde su refugio él la observó lentamente levantarse del nicho que la había resguardado de la tormenta. Extendió sus brazos al cielo y con una sonrisa estiró una pierna dibujando la estampa de una bailarina de ballet. Con sus pies descalzos sobre la hierba fresca se contorneaba en una exquisita danza consagrada a la comunión de su cuerpo con la naturaleza. Creía hacerlo para si misma, por que no adivinaba la proximidad de su amante. El suave elegante baile envolvía una semilla erótica que rápidamente adquirió grandes dimensiones transformándose en una avalancha voluptuosa. La voluntad de resistir se derritió. Entonces salió de su escondite y sin que ella lo mirase todavía, se fue acercándole lentamente.
Ella escuchó las leves inmersiones de sus pies en los charcos de agua a cada paso. Eso la hizo volverse para mirarlo de frente. De inmediato lo reconoció obsequiándole una amplia sonrisa mientras continuaba trazando con su cuerpo finas líneas curvas en el aire. Él permaneció inmóvil por un instante contemplándola. Al salir de su letargo atina a llegar hasta dónde ella.
Se pensó como un árbol que permitía aproximarsele a alguien hasta su tronco abrazándolo con las hojas de su copa en el seno de su intimidad. Es justamente con las hojas de un árbol, que proyectaban juegos de sombras sobre su tersa piel perlada, con lo que él la toca por primera vez. El roce de las hojas en su espalda le produjo una descarga de bienestar. Él continuó deslizando las hojas hasta llegar a sus hombros, y luego su cuello. En ese punto sus labios sustituyen a las hojas rozando levemente todo lo largo del cuello. Poco después encuentran la boca y cierran la excursión con un profundo beso.
En el momento mismo que el primer contorno oculto por un ligero vestido veraniego es desvelado, ambos se estremecen ante lo que inevitablemente ocurrirá. Al siguiente instante, el vestido que contenía aquella esbelta silueta femenina, yace informe en el suelo. Sobre el pubis hay un estrecho sendero señalando el rumbo. A manera de Adán en el paraíso, él también deshoja su figura sin dejar de besarla apasionadamente. Su respiración es muy pesada y profunda. En un parpadeo se separan para degustar visualmente el entremés de sus cuerpos desnudos. Los redondos pechos, como pendientes frutos maduros, yerguen sus puntas invitándolo, casi exigiéndole ser humedecidos y succionados por su boca cálida. Sin manera de escapar a tal mandato los complace a mas no poder con jugueteos de su lengua. Sus piernas flaquean. Ella se tumba de espaldas sobre la hierba mientras sus exhalaciones corrompen el silencio espiritual. Una breve pausa. Él permanece de pié. Ella no puede aguantar más, y eleva sus piernas al aire suplicando que él la tome. Siendo el dueño de la situación, da un decidido paso hacia adelante y le tiende el brazo. Arrastrada por las alas del deseo que buscan saciarse devorando pasión masculina, sujeta la mano extendida para tomar impulso y levantarse en un santiamén. Sin soltarla le toma la otra girándola como figura de baile, hasta que ella queda de espaldas a él. Sus manos en todo lo alto son conducidas a posarse sobre la corteza de un roble. Su sexo es un dulce higo jugoso a reventar situado en el acceso del placer. De un momento a otro las llamas del fuego pasional lo consumen todo. Gritos y jadeos son su crepitar. Los dos vibran juntos, como si fueran ya uno mismo. Las vibraciones escalan paulatinamente hasta el punto en que son lanzados al aire por una explosión resonante y quedan suspendidos electrificándose.
Ahora todo es calma. Han descendido como burbujas de jabón hasta tocar el suelo. Los dos se recuestan. Ella se acurruca y de inmediato queda dormida plácidamente. Poco después despierta sobre las hojas a su lado, y se voltea para besarlo en la frente tomándolo entre sus brazos. A partir de ahora estarán estrechamente unidos por una fuerza magna inmune a la distancia. Saben que pronto tendrán que despedirse sin fecha de reencuentro. Antes de terminar aquél largo abrazo, sus últimas palabras al despedirse fueron: “lleva contigo éste abrazo a casa”.
Desde el mar se percata de evocar en realidad al bosque, por que esa inolvidable tarde, junto con todos los sentimientos desencadenados, quedaron grabados allá.
Fotografía: Skonja
Texto: Leonardo
Las fotografías conforman la exposición “Baum Bilder” y son presentadas por cortesía de Skonja.
Wow! que gran trabajo hay aqui….buenisimas las fotos, tengo la impresión de haberlas visto antes; pero el texto definitivamente es nuevo para mí. Está muy entretenido.
Felicitaciones!
Hey, lindo blog… me encantaron tus post.
Estare continuamente por aqui.
Saludos desde Barcelona …
PD: Cuantas fotos hay en la caja de zapatos?
Querido Leonardo,
muchas gracias por tu ayuda, tu participación creativa y ese blog excelente.
¡Que gusto estar, trabajar y vivir con tigo!
¿Después de una pequeña pausa vamos por el proximo proyecto, sale?!
Un fuerte abrazo y un beso cariñoso
SKonja