En la víspera del viaje a las Canarias, recordé la historia de la última vez que había volado: Mi traumático regreso de México en diciembre.
Todo empezó cuando al salir rumbo al aeropuerto coloqué sobre mi equipaje, en la cajuela del auto, una chamarra de cuero que me acababa de comprar. Ya en el aeropuerto al sacar mi equipaje, me llama la atención un olor a quemado. Después de buscarle me doy cuenta que la chamarra nueva tenía tres hoyos (también nuevos), por que la cajuela no había cerrado bien, y el triste foquito se quedo prendido de felicidad todo el tiempo, quemando así la chamarra. Una semana antes en Cholula, un cabrón con un puro le había hecho un hoyo mas o menos del mismo diámetro a mi sueter favorito….pero eso había sido solo el principio.
Mi itinerario escrito era México-Barcelona-Hannover. Tan fácil y simple. Mi primera sorpresa fué ver que íbamos aterrizar en Madrid. Como si fuéramos en un microbus de ruta desconocida, le pregunte a la azafata si estaba en el avión correcto. Me dijo que no había problema, y que de Madrid volaríamos a Barcelona, aunque no dijo si tenía que cambiar de avión o incluso de línea aérea. Pecata minuta. Pues bien, aterrizamos en Madrid Barajas a las 6:00 AM. Al cruzar un filtro de seguridad, tomo mi cinturón y cartera y al ver que ya no avanzaba mas, jalo mi maleta de mano que todavía no salía completamente de la máquina (una correa estaba todavía dentro). El guardia de seguridad me empieza a gritonear y a regañar, que por qué no me había esperado, y prepotente no me pide, me exige, que la volviera a pasar. A regañadientes lo hice, pero pa’mis pulgas con ese tono despectivo estaba que me llevaba la chingada. Completado por segunda vez el paso de mi maleta, aventé la charola vacía junto con las demás, pero se salió de la pila y por mala suerte fué a dar a los pies del monigote ese. El tipo lo tomó como un insulto, y me empezó a cagotear otra vez, diciéndome que me fuera antes de que me detuviera y que perdiera mi conexión. Con un aire de superioridad me dijó que me comportara. Yo le dije que si quería el respeto de las personas, primero el las tenía que respetar. Terminé diciéndolé: «¡El que se tiene que comportar es usted!» y me fuí subiendo las escaleras mientras él me gritaba como loco que regresara. No le hice caso. Pues el tipo salió tras de mí corriendo. Yo seguía subiendo sin prestarle atención, cuando me alcanzó y empezó a jalonearme. Empujé sus manos lejos de mí, inmediátamente levanté la raqueta de squash que llevaba comigo amagando un soberano revés. Quedó congelado por un momento. Entonces le dije que no debía tratarme como delincuente, que me soltara y que tuviera cuidado por que le podría costar su trabajo. Me soltó y me condujo a un cuarto. Antes de entrar me dirijí a los demás pasajeros, diciéndoles que ellos habían visto como el tipo me había tratado y agredido sin razón, y que lo responsabilizaba de lo que pasara ahi dentro.
Estando en el cuarto, él dijo que no sabía de dónde venía yo, pero que en España no me habían tratado mal. Debo darle razón, si hablaba en pretérito. Antes de tener trato con él, la gente en España había sido muy maja conmigo. Mi impresión era que se quería curar en salud. Soltó un choro sobre el respeto que le debía a la autoridad. Con toda calma le dejé en claro que era él el que primero tenía que respetarnos, que es un servidor de la comunidad. Antes de que reaccionara le dije con aire fílmico:»Me tengo que ir, si no perderé mi conexión» abrí la puerta y me fuí. Eso de perder la conexión ya estaba como quiera escrito.
Subimos a un avión fantasma dónde no había tripulación. Esperamos 20 minutos a la tripulación. Luego esperamos otra media hora hasta que el piloto dijo por el altavoz que el avión tenía una falla y que estaban tratando de repararla. Una hora después dijo que la falla era mas grave de lo que se pensaba, y tenían que llevar el avión al hangar. Nosotros volaríamos a Barcelona en un avión que estaba por aterrizar. Bajamos entonces del avión y esperamos pacientemente otros 40 minutos, pero no había atisbo de que fuésemos a abordar. El vuelo fué sin mas cancelado. Todos los pasajeros empezaron a perder los estribos y a reclamar por no ofrecernos solución y decirnos las cosas claramente. Parece ser que los empleados de Iberia han desarrollado anticuerpos contra los pasajeros iracundos. No puede ser de otra manera, por que eso les pasa todos los días. Dijeron entonces que a los que quisieran les podrían bajar las maletas y ellos tendrían que acudir al puente aéreo para conectar a Barcelona o que podríamos buscar una conexión directa de Madrid a nuestro destino final.
Yo opté por lo segundo. Una empleada nos condujo al mostrador de tránsito para que nos cambiaran los pases de abordar. Mientras esperábamos se nos atendiera, entre los pasajeros la encontré frente a mi. La había visto ya en la fila para el filtro, y me llamo la atención por guapa y por su frescura siendo la única que retaba al invierno calzando sandalias. Después se puso unas botas que le sentaban muy bien, y acentuaban las piernas bien torneadas que tenía. Era una chica belga muy simpática y abierta que regresaba de Buenos Aires e iba para Amsterdam. Con un lunar en el labio superior, tenía un caracter maravilloso. Es de esas personas que no se pueden enojar, aún en una situación como esa. Siempre sonreía a pesar de que estuvimos esperando casi 2 horas en ese mostrador. Conversar con ella era una brisa fresca refrescante, y me permitía mantener la calma. Ahí mismo conocí a Diego, un argentino que también venía de Buenos Aires, y se enfilaba a Hannover al igual que yo. Así pues tratamos de resolver las cosas juntos. Para matar el tiempo durante la espera, llenamos el libro de reclamaciones de Iberia con sendas quejas. Cuando estaba todavía en la ventanilla, de pronto se acercó la turista belga a despedirse de mí, me deseo suerte y se fué.
Una vez con una supuesta reservación para volar por Lufthansa de Madrid a Munich y de Munich a Hannover, tuvimos que ir a recoger el equipaje. Mis dos piezas de equipaje no eran para nada ligeras, pero iba mentalizado ya para arrastralas por el aeropuerto. Pasamos inmigración y otro esperpento con complejo de superioridad me atendió. A fuerza quería que llenara una pinche forma de inmigración. Intuía que el tipo era muy sagaz y competente en su trabajo, y solamente me quería probar. Sobraba decirle entonces que si revisara con calma mi pasaporte se daría cuenta que vivo en Alemania y no necesito hacer ese trámite, pero lo hice con una sonrisa socarrona. No de buena gana me puso el sello y me dejó pasar.
Para recoger el equipaje, Diego y yo tuvimos que entrar por la salida a una sala de llegadas. Ahí había un tumulto, no se por que razón. Todo mundo gritaba, y se notaba que los ánimos estaban muy caldeados. Justo enfrente de nosotros, vemos como un tipo con una oreja mocha le asesta una trompada a un empleado, por lo que el cuerpo de policía brincó de inmediato para controlar a la gente. Por suerte, pudimos pasar y recuperar las maletas, que fué lo segundo mejor que nos había pasado ese día después de conocer a la turista belga, de la que no supe su nombre.
En el mostrador de Lufthansa nos enteramaos, ya nada sorprendidos debo decir, que todavía nos hacía falta un papel de Iberia para que nos pudieran dar los pases de abordar, así que regresamos al mostrador de Iberia, para pedir el mentado papel y aprovechar el tiempo llenando otra reclamación. Finalmente nos dieron un vale de comida para cualquier restaurant del aeropuerto. Parecía mentira cuando ya teníamos los pases de abordar. El avión a Munich salía a las 18:10, así que ello implicaba haber desperdiciado 12 horas en el Aeropuerto de Madrid.
Llegué a Hannover a las 23:30 del lunes (16:30 hora de México). Skonja fué con una amiga por mi al aeropuerto. Me recibieron con un «¡Viva México!» que me levantó la decaída moral. Llevaba casi 40 horas sin dormir.
Así fué la última vez que me subí a un avión. Solo espero que no se repita.
Actualización: Recibí respuesta a mis quejas a la línea aérea. Se disculpan por el tiempo que perdí, pero dicen que no proceden para una indemnización. Curiosamente en un folleto de información al viajero, mi caso está claramente marcado con por lo menos 400 Euros de indemnización. ¿Debería invertir lo que me queda de hígado y reclamar de nuevo?
Bueno, creo que esto de los aeropuertos y los guardias que se creen salvadores de atentados es cosa corriente ya. Me sucedió lo mismo en Chile y el guardia se empeñaba en tratar de sacarme la Visa del pasaporte, parecía convencido de que podía demostrar que él sabía más que los de la embajada en temas de pegarla.